Pescaíto frito

21.04.2021 09:46

Inspiro. Inspiro profundamente. Los pulmones se abren en abanico, absorbiendo océano, noche, estrellas, inmensidad y...¡Ummm!... ¡Pescaíto frito!

Sí, pescaíto frito. Sorprendente quiebra del proceso de satori, imprevista deserción frente al cosmos. Toda la traición, concentrada en un olor: Olor de pescaíto frito.

Su densidad emana irresistible desde los cercanos chiringuitos del escaso paseo marítimo e, inevitable, se desata el responsable debate interior: El mar, la noche, la inmensidad contra el pescaíto frito.  Es mi sino, vivir en la duda. Ese portal abierto a la elección entre dos vivencias, potencialmente venideras, pero a un tiempo incompatibles.

Se trata de un peligroso portal por el que pueden entrar elementos descontrolados. Como, por ejemplo, un gato pardo... Sí. Lo detecto claramente. Se trata de un gato pardo. Sombra ladrona de sombras que se me cuela aprovechando la apertura.

Ya nada puedo hacer para volver atrás. Está dentro. Muy dentro... Y percibo dilatarse su pelaje como textil enjambre de espaguetis recorriendo bronquiolos y alveolos pulmonares que tratan de impedir el flujo del aire. “Que muerte tan estúpida -me digo-. Asfixiado por pelo de gato. Espaguetis de gato. Nunca pensé morir así...”

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Miguel Cabeza